“¿Cómo se puede transformar la catástrofe en arte?”, se pregunta el novelista
inglés Julian Barnes,
y esta es la respuesta que Barnes da a su propia pregunta:
“Se comienza por la fidelidad a la vida”.
Fidelidad a la vida que después de unos años notamos desesperadamente
que no es lo que esperabamos, que no siempre se consiguen las cosas
por las que se tanto se lucha, que el mal es consciente y
voluntario, que el tiempo no se detiene ni traiciona; los que traicionamos
somos nosotros. Traicionamos a los demás y aún peor, a nosotros mismos.
Que ni en el inodoro somos sinceros, porque
siempre intentamos ser los heroes de nuestra propia historia,
so “don’t be a hero”.
Después de esto, lo que sigue no se trata de crear una realidad inexistente,
se trata de transformar
la que está a nuestro alcance.
Se trata de convertirla en lo que subyace sublime en los sueños.
Respirar
profundo y afrontar la locura. Es esa fidelidad, saber que somos naugragos victimas de un mal intento.
Seres perdidos en un mundo
que finge a través de su mirada, y aún así estar dispuestos a mirarle a los ojos.
Luchar por lo que se
quiere, es bajar para subir de nuevo. Es cerrar los ojos para ver nuestras penas
y no justificarlas,
es sencillamente respirar de nuevo y dejarse caer.
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Aquí estoy yo;
Sentada en medio de la noche celando a la luna que llora en silencio.
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