El dedo que apunta la luna y la copa de cristal

Polvo eres y en polvo te convertirás...

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Surgida del alma de la tierra y de los siglos peregrinos, etérea como el alma de los dioses y diosa como tal. Su belleza era sinónimo de perfección y su nombre quedará marcado en la historia, como ella.

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Mientras la pequeña peliroja espiaba desde lejos, en su cabeza emprendía una aventura tan real como el lugar al que iba cada vez que soñaba despierta.

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Un príncipe extraviado entre la noche buscaba algo perdido en un lugar sin nombre. De repente exhausto se desmoronó sobre la arena a esperar el amanecer, que por mas tarde o temprano que fuera en determinado momento llegaría, al igual que el amor.

El tiempo después del tiempo transcurría en medio de la nada, en medio de la noche y de si mismo, así fue como el príncipe colapsó: Sintió como cada partícula de su cuerpo se adormecía, como sus párpados se inmovilizaban, como sus manos se hacían tirantes... como dejaba de ser, para ser algo mejor. Algo golpeó su corazón, cupido le dio por la espalda. -Fue cuando inevitablemente la vio por primera vez-.

Aunque el cabello corto la hacia lucir algo mayor, la corta edad le tallaba la mirada y su resplandeciente sonrisa no daba para pensar en más. Ella, se movía pacífica entre las flores adormecidas que derramaban lágrimas de vino noctívago, mientras su mirada apuntaba al firmamento, sollozaba y lamentaba su entrega, también rogaba al viento callar por primera vez; para así terminar la espera.

Tras ser abrazada por un suspiro la pelirojita recordó que alguien importante una vez le dijo: UNO MISMO ESCRIBE EL DESTINO QUE QUIERE VIVIR y al inhalar fuertemente la pequeña llenó sus pulmones de anhelo y se lo dijo con un grito al príncipe.. que inadvertido la escuchó desde lejos.

- ella es mi destino- pensó. Gritos de la tierra.

continuará