Memorias de mi puta triste

Nunca fui mujer de cantinas, ni de bares locales. Tu ausencia ha creado un desequilibrio inimaginable en mi.

Hace no mucho teñí mi pelo de rojo, siempre en tus fantasías me soñabas así... oscuro no me servía de nada. Ahora junto con mis pestañas postizas y mis uñas rojas, utilizo tacón alto y corpiño de encajes.

He entrado en un circulo vicioso en el que los hombres buscan a las mujeres que desean, tal y como las desean. Es el mundo masculino del que las mujeres somos participes a diario pero en realidad... ni siquiera lo notamos.

Hombres(?) Su rudeza y su machismo no los hacen mejores ni peores. Estamos en igualdad de condiciones después de 3 de ginebra, un litro de ron y tal vez unas cuantas cervezas.

Una tarde tu ausencia estaba presente, subí al carro y manejé unas cuantas horas por las calles de la ciudad y como si hubiera sido en cuestión de segundos, me hallaba allí frente a la galería en que nos conocimos.

Ambos apreciábamos el arte. Siempre nos gustó la fotografía. Aquella sensación de expresión y libertad. Nada de ocio, solo ilusiones y belleza a través de la Nikon D40 que al fin compré la navidad pasada.

Me frustro si reniego el hecho de que aún te pienso y en noches como esta; te deseo.

Encerrada en mi ignorancia, quisiera saber si la niña virgen de ojos verdes desapareció de tu mente después de aquella vez... en que todo te entregó.

Me pongo el abrigo, cierro la puerta tras de mi, el silencio de mi cuarto permanece y el tic tac del reloj retumba y perdura en la pared.

Esta noche... te veré de nuevo. Después de muchos años, de muchos hombres, de mil ciudades. Esta noche... seré tuya.
Y me pagaras por serlo.